Síndrome de Jerusalén: Cuando la fe se convierte en delirio

En el corazón de una de las ciudades más sagradas de la Tierra, algo extraño les sucede a unos pocos visitantes cada año. Llegan como turistas: curiosos, respetuosos, quizás con inclinaciones espirituales.
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Pero a los pocos días, comienzan a hablar como profetas, a vestirse con túnicas y a proclamar misiones divinas. Este fenómeno psicológico, conocido como Síndrome de Jerusalén, transforma a viajeros comunes en figuras bíblicas, consumidos por delirios mesiánicos.
¿Cómo puede una ciudad provocar un cambio mental tan intenso? ¿Y qué revela este síndrome sobre la mente humana y nuestra relación con las creencias?
¿Qué es el síndrome de Jerusalén?
El síndrome de Jerusalén es un trastorno psicológico poco común en el que las personas que visitan Jerusalén experimentan delirios religiosos agudos.
Se caracteriza por síntomas como la obsesión por la pureza religiosa, la predicación compulsiva y la identificación con personajes bíblicos.
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Estos episodios a menudo ocurren en individuos por lo demás mentalmente sanos, desencadenados únicamente por la importancia espiritual e histórica de la ciudad.
Aunque a menudo es temporal, el síndrome puede requerir hospitalización. No tiene su origen en ninguna fe específica: se han reportado casos entre cristianos, judíos, musulmanes e incluso ateos. Lo que todos ellos comparten es una reacción abrumadora al ambiente sagrado de Jerusalén.
Para algunos, la ciudad no sólo inspira reverencia: los consume.
Las etapas de la transformación
Los psiquiatras han descrito una serie de etapas por las que pasan muchas personas con el síndrome de Jerusalén. Suele comenzar con ansiedad y un deseo de purificación ritual: bañarse, cortarse el pelo o cambiarse de ropa.
Luego viene el impulso de vestirse con ropa bíblica, a menudo improvisada con sábanas de hotel o bufandas. Las etapas finales incluyen declaraciones tipo sermón, predicación pública y la creencia en un llamado divino.
Muchos dicen sentirse "elegidos". Algunos afirman ser mensajeros de paz. Otros insisten en ser un Moisés, una María o incluso el Mesías de la era moderna.
La línea entre la devoción y el engaño se vuelve muy fina.
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El Profeta en el Muro Occidental
En 2015, un hombre australiano de mediana edad llegó a Jerusalén con su familia. Al segundo día, se volvió cada vez más retraído, pasando horas deambulando por su habitación de hotel y negándose a comer.
Al cuarto día, apareció en el Muro Occidental vistiendo una túnica improvisada, proclamando que había sido enviado para transmitir un mensaje de Dios.
La policía intervino. Fue hospitalizado y posteriormente diagnosticado con el síndrome de Jerusalén. Semanas después, no recordaba nada del suceso. Su familia lo describió como una persona racional, laica y nunca antes religiosa.
Su historia es una entre muchas.
La María Silenciosa
Una joven canadiense visitó Jerusalén como parte de un intercambio universitario. Días después del viaje, dejó de hablar por completo. Se aisló, escribió pasajes del Evangelio repetidamente en un cuaderno y se negó a salir de su habitación. Cuando le preguntaban, susurraba que "llevaba algo sagrado en su interior".
Los médicos no encontraron ningún diagnóstico previo de salud mental. Finalmente recibió tratamiento y se estabilizó. Describió la experiencia como "despertar de un trance" y posteriormente abandonó por completo la religión organizada.
Para ella, el síndrome no fue sólo una ruptura: fue una ruptura.
Una estadística que sorprende
Según datos del Centro de Salud Mental Kfar Shaul de Israel, aproximadamente 50 a 100 casos Los casos de síndrome de Jerusalén se reportan anualmente.
De estos, aproximadamente un tercio se refiere a personas sin antecedentes psiquiátricos. La mayoría de los casos se resuelven en una semana y no vuelven a aparecer una vez que la persona abandona la ciudad.
La afección es poco común, pero persistente. Y en una ciudad visitada por millones de personas cada año, incluso un pequeño porcentaje tiene un impacto visible.
Una analogía que lo deja claro
Imaginemos un diapasón vibrando cerca de otro. Si el segundo diapasón comparte la misma frecuencia, también empieza a resonar.
Ahora imagina una mente —ya sintonizada con el poder del mito, la historia y la fe— que entra en contacto directo con un lugar como Jerusalén. La resonancia se vuelve abrumadora. La persona no solo observa lo sagrado, sino que se siente absorbida por él.
El síndrome de Jerusalén no es locura: es una mente dominada por sus propias frecuencias más profundas.
Por qué sucede en Jerusalén y no en otros lugares
Jerusalén es única. Encierra un significado espiritual para miles de millones de personas, entrelazado con siglos de profecía, rituales y conflictos.
La arquitectura, los rituales y las multitudes de la ciudad amplifican la experiencia. Para algunos, la presencia de la santidad se vuelve más que simbólica: se siente literal.
Ninguna otra ciudad del mundo tiene la misma carga trirreligiosa. Ningún otro lugar incita a los desconocidos a llorar en público o a arrodillarse en la calle sin vergüenza. Para una mente sensible a la intensidad espiritual, Jerusalén es a la vez santuario y chispa.
El escenario se convierte en el escenario y el visitante en el actor.
Cómo responden los médicos
Los profesionales de salud mental en Jerusalén están capacitados para reconocer los primeros signos del síndrome.
Los hoteles suelen alertar a las autoridades cuando los huéspedes comienzan a comportarse de forma errática. En algunos casos, la intervención es suave: una conversación o un acompañamiento discreto. En otros, es necesaria la hospitalización.
La mayoría de las personas regresan a la normalidad rápidamente tras salir de la ciudad. Algunas se sienten confundidas, otras avergonzadas. Algunas describen la experiencia como algo que les cambió la vida, algo sagrado, aunque irracional.
Para los psiquiatras, es un desafío: tratar una mente desfasada de la realidad, pero en sintonía con las creencias de miles de millones de personas.
¿Es un fenómeno moderno?
Las referencias al delirio religioso en Jerusalén se remontan a siglos atrás. En la Edad Media, los peregrinos a veces caían en estados de éxtasis. En el siglo XIX, aparecieron noticias sobre la «locura de Tierra Santa» en la prensa europea. La diferencia hoy reside en el volumen de visitantes y las herramientas modernas de diagnóstico.
Algunos investigadores argumentan que el Síndrome de Jerusalén es simplemente una psicosis culturalmente moldeada. Otros creen que es un trastorno único, desencadenado por la propia ciudad.
De cualquier manera, muestra cuán profundamente están entrelazados el lugar y la psique.
Preguntas frecuentes
¿Qué es el síndrome de Jerusalén?
Es un estado psicológico en el que los visitantes de Jerusalén desarrollan intensos delirios religiosos, identificándose a menudo con figuras bíblicas.
¿Afecta sólo a las personas religiosas?
No. Muchos casos involucran a individuos sin ningún comportamiento religioso previo o antecedentes de enfermedad mental.
¿Es permanente?
La mayoría de los episodios son de corta duración. Los síntomas suelen remitir tras salir de Jerusalén o con un breve tratamiento psiquiátrico.
¿Se puede prevenir el síndrome de Jerusalén?
No existe una prevención garantizada, pero la concientización, el descanso y el apoyo a la salud mental durante el viaje pueden ayudar a minimizar el riesgo.
¿Está reconocido en la literatura médica?
Sí. Se ha documentado en revistas psiquiátricas y se estudia como un síndrome ligado a la cultura.
